¿Te va lo picante?. Prepárate para ir al infierno.

¿Te va lo picante?. Entonces estás preparado para ir al infierno.
Chile, jalapeño, ají, guindilla, pimientos de Padrón, pimientos picantes… la denominación es lo de menos, lo importante son las consecuencias al comer cualquiera de ellos: picor corporal o en la garganta, ardor, sofocos, estornudos, lagrimeo constante, irritación cutánea, sensación de calor, dificultades en la respiración o incluso asfixia, insomnio, dolor, acidez, escozor, salivación excesiva, activación del flujo sanguíneo, incluso desmayos… Vamos, puro masoquismo voluntario.
Antiguamente los aztecas y los mayas empleaban con frecuencia el picante en sus rituales de medicina tradicional: servía como crece pelo, como remedio antigripal, para evitar el dolor de muelas frotando la planta en las encías o incluso contra las picaduras de los alacranes. También se utilizó como primera arma química de la historia. Hernán Cortés y su ejército lo probaron nada más tomar tierra. Se medía la dirección del viento y se realizaban quemas masivas de chiles para repeler al enemigo. Ayer escuché en las noticials que se había producido un enorme incendio en un almacén de chiles en el centro de Los Angeles, California. Las dificultades de apagar el incendio se incrementaron ante la imposibilidad de acercarse al fuego por el alto contenido de picante que se había esparcido por el aire. Debía de ser lo más parecido a estar en el infierno. 
El chile es una fuente abundante de vitamina C. Muchos conquistadores españoles lo utilizaron no sólo como arma disuasoria sino también como medicina para combatir el escorbuto. 
Actualmente algunos expertos en medicina aseguran que las personas que comen comida picante casi a diario tienen un 14 % más de posibilidades de vivir más años que las que la toman menos de una vez por semana. Otros aseguran que no sólo alarga la vida sino que también contribuye a reducir los enfermos de cáncer y de afecciones cardiorrespiratorias. Además de aumentar la supervivencia y reducir riesgo de padecer cáncer, se descubrió que era aún mayor entre aquellas personas que no bebían alcohol. Vaya!!!.Habrá que sofocar los ardores con agua y no con vino…
Los motivos por los que se le atribuyen estos beneficios saludables son,  básicamente, el poder antioxidante de esta sustancia, que combatiría los radicales libres causantes del envejecimiento y el deterioro de estructuras. Además el picante posee una acción antiinflamatoria. Se usa como analgésico en enfermedades como la psoriasis, artritis reumatoide o neuralgias. 
En México existe toda una cultura a su alrededor. No sólo es uno de los alimentos básicos en su alimentación y en sus cocinas sino que, además, es un símbolo de masculinidad y sexualidad. El chile simboliza el pene. Y de hecho si un chile no pica se le llama joto (homosexual). Cualquiera no se lo come picante…
Los pequeños pimientos de chile desarrollaron el temido picante de la capsaicina para repeler a los mamíferos herbívoros, que destrozan las semillas con sus mandíbulas y no permiten que el ciclo continúe. Sin embargo curiosamente el picante no irrita a las aves, que son las que permiten dispersar las semillas con suficiente distancia entre ellas para que no exista competencia entre las plantas. Aunque los seres vivos que más han contribuido a su propagación han sido los seres humanos. Se han encontrado restos de chiles en morteros de más de 6000 años de antigüedad

¿Pero cómo reacciona nuestro cuerpo cuando tomamos picante?
El picante te predispone a disfrutar de la comida, ya que la capsaicina aca como un poderoso detonante metabólico. Por el contrario a lo que se cree, no sólo no anula el sabor de los alimentos a los que acompaña, sino que acentúa el sabor de los mismos.
Al comer picante, por lo tanto, generamos endorfinas, las mismas que producimos cuando hacemos deporte o las que se liberan con el sexo. El cuerpo activa su mecanismo de defensa, se pone en alerta e intenta liberarnos del sufrimiento que supone darnos una paliza corriendo. Así del sufrimiento pasamos al placer en cuestión de segundos. Pura felicidad.
El picante activa la sensación de ácidos y calor en los receptores del dolor (los nociceptores), que justo se encuentran en mayor concentración en las mucosas, córneas y órganos genitales. Por eso suele ser en esas zonas donde se produce la mayor reacción fisiológica. Comenzamos a moquear, nos lloran los ojos y algunas personas experimentan un hormigueo o picor en sus zonas más íntimas. Además, y también como defensa corporal, aumenta la temperatura, percibimos cierta sensación de sofoco y de acaloramiento. Qué angustia me está entrando… Esta subida de temperatura favorece que se quemen más calorías y más rápidamente, tirando de las reservas de grasa acumuladas en el cuerpo. Las células sanas (las no provocadas por el estrés) invierten una cantidad de energía importante que requiere consumir más y más triglicéridos, lo que provoca el adelgazamiento inmediato. Eso sí, la condición indispensable es sentir picor, si no, no funciona.
Pues eso, que pique, que pique, especialmente para todos aquellos que estén en predisposición de correr riesgos, disfrutar de las emociones fuertes, convertirse en adictos al picante y que no tengan ningún pudor porir al infiernoooooooo.


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