OKINAWA Y LA DIETA
DE LA LONGEVIDAD.
ITADAKIMASU.
Todos los que hemos
visto alguna versión de Karate Kid conocemos
al señor Miyagi y admiramos su lugar de nacimiento, Okinawa. Así que, después,
cuando hemos escuchado hablar de la dieta de la longevidad y los hábitos
saludables de la comida japonesa, no nos ha extrañado escuchar de nuevo el
nombre de esta isla. Las islas de Okinawa están situadas al sur de Japón y son
uno de los lugares del mundo donde la esperanza de vida es más alta. Este hecho
ha impulsado diversas investigaciones científicas para conocer las razones de
esta extraordinaria longevidad, como el Okinawa Centenarian Study, ya que se ha
confirmado que la dieta influye en un 30% en nuestra esperanza de vida.
Todos los expertos
consultados coinciden en que, además de la genética, los japoneses suelen comer
sólo lo que necesitan, tanto en cantidad como en calidad, lo que permite a sus
órganos tener que trabajar menos que si devoraran montañas ingentes de comida
procesada. El hecho de comer menos les permite tener menos grasa corporal y,
por lo tanto, tener que eliminar menos toxinas. Estar más delgados, gracias a
este tipo de alimentación, disminuye el riesgo de desarrollar diabetes,
obesidad y trastornos cardiovasculares que, hasta ahora, son la primera causa
de mortalidad en el mundo.
Un dato: Comparando
las costumbres alimentarias de un anciano típico de Okinawa con las de un
ciudadano estadounidense estándar se ha llegado a la siguiente conclusión: los
estadounidenses consumen diez veces más comida de origen animal y tres más de
fruta, pero menos pescado, la mitad de las verduras y un tercio de los
cereales.
Pero además de la
alimentación hay otros factores que contribuyen a elevar el índice de
longevidad en Okinawa. Sus habitantes realizan variadas actividades físicas que
van desde la jardinería, el yoga, las artes marciales o a la danza. Muchos
estudios señalan que la espiritualidad puede ser también eficaz en la
prevención y también en la curación de algunas enfermedades. Pero realmente no
todo se limita a comer mucho pescado y a practicar la meditación, sino a tener
una meta en la vida, lo que nuestros abuelos denominaban las ganas de vivir. Lo
que tienen en común muchas de las personas más longevas del mundo es su
tenacidad, son luchadoras, son supervivientes natos y su lema es: Si no puedes hacer nada, no te molestes. Yo
creo que mi abuela era una de esas ancianas longevas (vivió hasta los 90 años)
porque hacia honor a esta última frase.
Itadakimasu,
esta
es la palabra que dicen los japoneses cuando se sientan a la mesa. De esta
forma expresan su agradecimiento hacia los seres vivos que se han empleado en
la comida, así como a la gente que ha hecho posible que hayan llegado a sus
platos, bien sean pescadores, agricultores, ganaderos. Y después de levantarse
de la mesa y haber dado buena cuenta de los alimentos pronuncian: gochisousama deshita, lo que viene a ser
nuestro gracias por esta comida tan
estupenda, nuestra forma de agradecimiento hacia las personas que han
cocinado y preparado todo para nosotros, acompañado de una leve inclinación de
cabeza a modo de respeto hacia los anfitriones (adoro la cortesía y la
educación cuando se producen en un entorno gastronómico, me parecen una muestra
de respeto hacia los demás, hacia los alimentos que nos hemos comido y hacia
nosotros mismos).
Pero entre estas
dos frases suceden un montón de cosas dignas de mención, y algunas no tienen
nada que ver con el contenido de los platos, sino con la actitud mientras dura
la comida. Los japoneses comen muy despacio (mi abuela también lo hacía), con
auténtica parsimonia, lo que les permite degustar cada ingrediente con la misma
veneración con la que construyen sus origamis
de papel. Lo hacen en un ambiente tranquilo y relajado, ajenos al caos
circulatorio de sus ciudades. Esto tal vez pueda explicar que se considere de
muy mala educación comer caminando o interferir la comida con actividades que
nada tienen que ver con ella, como hablar por el móvil, por ejemplo (la de
veces que he sido yo maleducada, hablando por el móvil durante la comida en
algún restaurante japonés, y sin ser japonés, también…)
Los japoneses de
Okinawa hacen otras muchas cosas bien en la mesa que tal vez sirvan para
explicar la extraordinaria longevidad de sus habitantes, además de que su
alimentación sea ensalzada por expertos de todo el mundo. Esto es lo que hacen
los súbditos del país del sol naciente con la alimentación:
- 30 alimentos diferentes al día.
La variedad evita los déficits de micronutrientes. Según la tradición en las
cocinas japonesas se preparan varios platos a la vez en raciones muy pequeñas,
lo que permite combinar con facilidad una gran variedad de sabores (yo comería
así todos los días, muchas tapas diferentes…). Los menús que comen los
japoneses en su día a día constan de cinco platos: una sopa de miso, arroz
blanco y tres platos más. Los múltiples platitos que acompañan a estos varían
considerablemente según la región, la época del año y las preferencias
familiares, pero en la mesa suele haber verduras cocinadas, tofu, pescado y
sashimi. En total, se estima que los japoneses llegan a tomar hasta 30
alimentos distintos cada día, en su mayor parte de procedencia vegetal.
- El pescado como principal fuente de
proteínas. A diferencia de EEUU o Europa los
japoneses comen menos carne. Aunque las proteínas que aporta el pescado y las
que aporta la carne son de una calidad similar, existe una diferencia
sustancial entre las grasas de los animales terrestres y los acuáticos. Las de
la carne son grasas saturadas y suelen tener un efecto proinflamatorio,
mientras que las del pescado son todo lo contrario, son insaturadas y
cardioprotectoras. La clave está en el aporte que el pescado supone en cuanto a
ácidos grasos poliinsaturados, como los omega-3.
- Beber té verde. Descubrí
hace pocos años esta maravillosa bebida y ya no la he abandonado en mi dieta
diaria. Es un potente antioxidante y los japoneses la toman de manera habitual
durante las comidas. El té verde suministra una gran cantidad de antioxidantes
y no aporta calorías (mejor tomarlo solo, sin azúcar o edulcorantes añadidos),
además de proporcionar vitaminas del grupo B, pro-vitamina A, flúor, calcio,
potasio y magnesio.
- Comer con palillos. Una
de las cosas que mejor hacen los japoneses es comer poco. La comida la preparan
en porciones muy pequeñas para que puedan comerla fácilmente con palillos y
tomarla más despacio, masticando bien los alimentos y haciendo una buena
digestión. El ritmo impuesto por los palillos es lento y pausado lo que impide
tomar cantidades abundantes de alimentos de un solo bocado (lo que hacemos a
veces los occidentales con el uso del tenedor o de la cuchara).
- Comer soja. Hace poco probé,
después de muchos años, un plato de edamame.
Volví a probarlo porque tengo que confesar que la primera vez lo tomé con
la vaina incluida y, por supuesto, no me gustó. El edamame es soja cosechada en
verde a un 80% de madurez. Se prepara cociendo las vainas enteras en agua con
sal y se sirven tal cual, con una pizca de sal por encima. Y no hace falta
decir que se toma sólo la semilla del interior, quitando la vaina. Así sí, está
buenísimo. A los nipones les gusta la soja tanto como a mí, bien sea en forma
de aceite, de tofu o de brotes. La soja es una legumbre, pero a diferencia de
otras como la lenteja o la alubia, aporta la proteína completa, con todos sus
aminoácidos. En este sentido se parece a la proteína que aporta la carne. Es
una verdura que cuando se come prácticamente sirve de segundo plato. Es tan
saludable que aporta fitoestrógenos, compuestos que en algunos estudios han
demostrado ser eficaces para prevenir ciertos tipos de cánceres, como el de
mama, cuando se consumen durante toda la vida. Sin embardo, aunque la soja es
muy saludable, no lo es tanto la salsa de soja, ya que contiene demasiada
cantidad de sal.
- Cocinar al vapor o en wok. La
dieta japonesa utiliza métodos de cocción que respetan al máximo las vitaminas
y minerales de los alimentos. Cocinan, sobretodo, al vapor, lo que evita la
pérdida de nutrientes. En cuanto al uso habitual del wok, su forma cóncava
permite que se concentre el calor y que los alimentos se cocinen sin necesidad
de añadirles grasa.
- Tomar algas. Los
japoneses toman en su alimentación todo tipo de algas, como las nori que se
emplean para envolver los deliciosos sushis (mira que me gusta el sushi…). Sin
embargo, su principal virtud, su alto contenido en yodo, es también su
principal defecto, porque una ingesta superior a la recomendada de este mineral
puede provocar problemas o alteraciones del tiroides. Algunos expertos
consideran que en España existe un déficit endémico de yodo que se intenta
paliar promocionando el consumo de sal yodada. Justo esto es lo que hace que
los japoneses utilicen muy poco el salero (además del uso de la salsa de soja
en sus platos).
- Tomar arroz integral. En
Japón el arroz integral está omnipresente en todas las comidas del día. Incluso
el Ministerio de Agricultura lo promueve como desayuno tradicional con el lema Have a rice day, haciendo alusión a la
expresión inglesa Have a nice day (Que
tengas un buen día). En Japón existen hasta 300 variedades distintas de
arroz (hakumai, kagayaki, mochigome, etc…). Por eso la mayoría de los japoneses
utilizan arroceras (suihanki) en las que añaden cantidades medidas de arroz y
agua. Su uso les permite tener siempre arroz húmedo y templado, que permanece
comestible durante horas sin tener que hacer arroz más de una vez al día. El arroz
se convierte en los hidratos de carbono complejos de los japoneses. El integral
tiene, además, más fibra y más vitaminas del grupo B.
Esta dieta es la
que necesitamos los occidentales (sin olvidarnos de nuestra estupenda dieta
mediterránea). Y practicar la calma y la parsimonia durante las comidas (que
devoramos la comida en vez de saborearla y disfrutarla lentamente). Me encantan todos sus ingredientes
preferidos, que son algunos de mis favoritos en la cocina: pescado (si es crudo
o en sushi mucho mejor), té verde, algas wakame y mucho arroz. Me quedo con
todos los buenos hábitos de los japoneses y con más ganas aún de viajar algún
día a Okinawa, quizá hasta me encuentre con el señor Miyagi…
Gochisousama
deshita…